Dentro del marco del Festival Latinoamericano de Poesía Ciudad de Nueva York 2013, la librería Barco de Papel participó con una lectura de poesía de poetas de diferentes nacionalidades.
Los poetas que participaron en la lectura de Barco de Papel fueron Sergio Andruccioli de Argentina, Jesús Bottaro de Venezuela, Alejandro Urizar de Guatemala, Lilia Gutiérrez Riveros de Colombia y Isabel Zapata de México. Ellos formaron parte del grupo de 28 poetas latinoamericanos residentes dentro y fuera de los Estados Unidos que participan en este, el segundo festival de poesía latinoamericana organizado por Latino Poets en Nueva York.
La sede principal del festival fue en el City College Center For Worker Education (25 Broadway, 7th Floor, New York, NY 10004) que promueve esta iniciativa como parte de su celebración del mes de la herencia hispana. El Festival organiza lecturas en: City College CWE, Consulado General de El Salvador, Librería Barco de Papel, The New School University, York College y Columbia Secondary School.
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Sergio Andruccioli, Argentina
Pasos y máscaras
No encuentro mis pasos
He perdido todas mis mascaras
O tal vez se me cayeron huyendo
Se dispersaron quien sabe donde
Quizá se rompieron
O fueron encontradas por alguien
Con desconocidas intenciones.
No encuentro ni mis pasos ni mis mascaras
Las que cubrían mi rostro pregonando identidades
a algunos que creían conocerme.
Mi rostro se quedó desnudo
Desposeído de cuanto lo cubría
Que tal vez lo protegía de propósitos ocultos
A solas nos contemplamos mutuamente en silencio
Me rozan ambiguas confusiones y a él tal vez
Así, desnudo, le sucede lo mismo.
Como he dicho se perdieron todas mis mascaras
Y han huido con ellas mis impredecibles pasos.
Jesús Bottaro, Venezuela
Oda elemental al cheque antaño de la abuela Matilde
En un olvidado legajo,
dentro del viejo armario de la abuela Matilde,
encuentro un cheque saldado.
Es una delicada y quebradiza hoja,
ya amarillenta y cubierta de una fina capa de polvo.
En misterioso capricho
las polillas carcomieron con saña uno de sus costados.
Sin embargo, a pesar de sus largos años de encierro,
su tono bilioso y algunas roturas,
luce tan sólido y elocuente como el día de su estreno.
El tiempo no ha nublado su rúbrica intacta.
En dos o tres trazos se ve un temblor,
pero en otros hay recobrada firmeza.
Su única eme no parece escrita para iniciar un nombre propio
sino para desalojar los gritos de quien maldice con mayúsculas.
Arriba, unas cifras, hoy irrisorias,
redondeadas con ampulosidad, permanecen incólumes.
Hago una pausa y miro el retrato sepia de la abuela de ojos rasgados y serenos.
Vacilante y embargado de dolor incierto,
rasgo entre mis dedos el frágil papel.
Cada quiebre lanza quejidos rasposos, pero callados.
Cumplo así, su última voluntad:
aniquilar y reducir a miserias al que, nunca supimos por qué recuerdos imperiosos,
la abuela Matilde llamaba “ese cheque hijo de puta”,
con voz de odio y en llanto.
Alejandro Urizar, Guatemala
Mis pasos
Camino y oigo mis pasos,
los oigo aunque haya ruido,
los oigo aunque vaya volando,
los oigo aunque no camine.
Oigo siempre mis pasos,
pasos cuando escribo,
pasos cuando penetro un adjetivo,
cuando platico oigo pasos,
sueño con mis pasos.
El día que muera
quiero oír mis pasos:
pasos partiendo, pasando.
Lilia Gutiérrez Riveros, Colombia
Trópico
Montan guardia en los balcones
los helechos y los geranios.
Por los corredores pasea
el eco de los duendes
y las mariposas subastan
sus dones entre hoyuelos y naranjos.
Pétalo a pétalo
el jardín construye
su mecedora
entre las margaritas
las azucenas y las buganvilias.
Ebrio de luz y verdes
el horizonte extiende sus manteles
ante la cita puntual de la mañana.
De la pendiente
llega el murmullo del agua
que congrega el salpicón de hojas
en el equipaje de picos y cantares.
Los destellos de arco iris
prolongan
la cumbre de la cordillera.
Sueño de trópico
incendio de vida en mi costado.
Isabel Zapata, México
La multiplicación de los oasis
En las playas del continente que eres los días son largos y soleados. Cuando el viento sopla, la arena de tus desiertos se levanta y canta una canción que multiplica los oasis. Tus tardes son insectos silenciosos, pero en tus noches dios aplaude escandalosamente y brinda con tus habitantes hasta que amanece.
Eres la aldea, la casa y la vela que ilumina la habitación. Me gusta recorrerte porque tus campos están siempre recién llovidos. Llevo setecientos días en tus caminos y todavía no alcanzo a ver dónde terminas. Estoy cansada, herida, derrotada, pero he de llegar a tu otra orilla aunque me tome siglos.
O soy viajera de ti o no soy nada.
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