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El Libro: Siempre nos quedará Madrid.
Librería Barco de papel realizó un encuentro con el escritor cubano Enrique del Risco y la presentación de su libro de memorias Siempre nos quedará Madrid, donde del Risco relata sus venturas, aventuras y desventuras de emigrante en la España de mediados de los años noventa, desde los preparativos de la salida en su Cuba natal, hasta el momento en que deja la capital española para embarcarse camino a los Estados Unidos.
“A veces — dice Enrique del Risco en sus memorias — escribir es eso: desquitarse de una realidad que siempre llevará todas las de ganar, una sofisticada declaración de impotencia.” Siempre nos quedará Madrid es, precisamente, una obra excepcional de tal exorcismo: la gravedad (o el fracaso, como el mismo Enrique lo define) del exilio madrileño aparece conjurada (desquitada) no sólo por la riqueza anecdótica con que se rememora esa realidad, sino, sobre todo, por su tono lúdicro, su vivacidad narrativa (pues estas son memorias con carácter de novela) y su hilarante ingenio reflexivo.
Siempre nos quedará Madrid es, de hecho, un divertimento, un despliegue de humor en toda regla, pero no por ocurrencia costumbrista, sino por lucidez asociativa — al modo de Chandler, al modo, si se quiere, de Cabrera Infante, aunque sin la amargura y sin la impenitencia de la paronomasia — a partir de una vasta cultura expresada con desenfado. ” Siga el enlace para la reseña completa.
Amistades (Fragmento)
Si eres inmigrante indocumentado en el Madrid de 1995 te recomiendo no ser muy selectivo a la hora de elegir amistades. Ten en cuenta que nadie se va a pelear por ser amigo tuyo. No todo el mundo está interesado en ver el gesto sufriente con que sacas un billete de dos mil pesetas para pagar la cuenta común en el bar. O a sobreentender que un inmigrante no está psíquica ni financieramente preparado para gastarse el equivalente a medio día de trabajo (o el de un mes completo en su país de origen) en unas cuantas cañas y tapas sólo para aceitar una conversación entre iguales. Porque de eso se trata. De buscar la amistad entre iguales, gente que entienda ―y comparta― ese rictus amargo cuando llegue la factura o vea en esas cervezas y esas tapas el mismo desmesurado banquete. A los Otros ―los nativos― tu desesperación o tu asombro les puede hacer gracia la primera vez, pero no es algo que produzca entretenimiento perpetuo, como no lo produce el recuento de penurias en tu país de origen y la comparación de estas con el derroche de placeres que descubres en las rutinas de ellos.
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